Me llega la noticia de un supuesto economista llamado Raúl Moreno que dice que el RD-CAFTA no tiene corazón.
Pero esta es una típica oposición ideológica al libre comercio. El consenso académico en Economía es que el libre comercio es beneficioso para los países. La razón aparente para esta oposición es el antiamericanismo, la fobia contra toda iniciativa que provenga de Estados Unidos. Si en lugar de Estados Unidos, lo que se discutiera es un tratado de libre comercio con Venezuela, tipos como el licenciado Moreno estuvieran dando brincos de alegría.
Pero también está el clamor por una mayor intervención estatal. El izquierdismo visceral lo que busca es una mayor intervención y poder estatal[1]; por lo tanto aplaude cualquier acción que incremente el poder del Estado y los "gastos sociales", y desaprueban cualquier forma de liberalización de la economía, por tímida que sea, calificándola de "neoliberalismo".
Dentro de este esquema mental es comprensible que a Moreno le preocupen la disminución de ingresos estatales resultado de la disminución de aranceles. Pero lo que a Moreno se le escapa es que los aranceles no tienen el propósito de rendir ingresos al Estado, sino de proteger a productores ineficientes, que no pueden competir con los mejores precios y la mejor calidad de las mercancías que vienen del extranjero. Los aranceles encarecen el precio unitario de los productos extranjeros a tal grado, que la gente se conforma con comprar productos nacionales, aunque sean de inferior calidad. Así que la gente, al comprar nada o poco del producto extranjero, tampoco le reporta muchos ingresos al fisco.
Es obvio que los consumidores son los más perjudicados con el proteccionismo estatal. Por lo que apoyar el libre comercio es tener un corazón abierto para los consumidores.
Pero además, yo no me preocuparía demasiado si es que se reducen los "gastos sociales", por falta de ingreso estatal. Está comprobado que de los "gastos sociales" solo unos 20 o 30 centavos de cada lempira llegan a su destinatario final, por lo que es razonable pensar que ese dinero estaría mejor en manos privadas, que aumentarían la inversión, y con ello el empleo y el bienestar.
Por cierto, la acumulación de capital, sea en manos de las transnacionales o de quien sea, es la base para el crecimiento económico. Y no nos vendría mal.
Esta oposición a las transnacionales también se enmarca dentro del esquema mental que mencioné antes. Como las empresas transnacionales tienen un margen de maniobra que de alguna manera logra escapar al intervencionismo estatal, esto enfurece a los amantes del Estado intervencionista, que las quisieran ver confinadas a férreos controles y regulaciones, expropiándolas con grandes impuestos que ayuden a financiar un gran "Estado del Bienestar".
Notas
[1] Con la excepción del incremento de poder en las Fuerzas Armadas y la Policía. En Honduras muchos izquierdistas quisieran ver a los militares barriendo el suelo con la lengua. Producto de las viejas rencillas de la guerra fría.
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