Frecuentemente se acusa al capitalismo de promover el egoísmo en los seres humanos. Se puede interpretar que el egoísmo es el motor de la productividad del capitalismo, ya que el afán de de obtener ganancias acicatea a los empresarios a ser más eficientes. Esta eficiencia se potencia con la competencia entre los empresarios: los empresarios relativamente ineficientes quedan fuera del mercado. Esto puede sugerir un cuadro de darwinismo social al que los progres denominan como "capitalismo salvaje".
Sí, es cierto, el egoísmo, o mejor dicho, la búsqueda por satisfacer principalmente el interés propio es el motor del capitalismo. Desde una perspectiva socialista este sistema es inmoral. Pero hay que matizar, el egoísmo al que se referían los economistas clásicos incluye también el interés por su círculo inmediato: por su familia y amigos.
El egoísmo parece ser una característica muy humana, hecho que los socialistas niegan, acusando al capitalismo de ser el causante del egoísmo en los seres humanos. De manera que, según el historicismo marxista, el sistema económico socialista crearía un hombre nuevo, un hombre solidario, cuyo interés sería el de la gran sociedad socialista, donde todos, hombres y mujeres, serían camaradas.
Tal idea puede contener cierto atractivo meloso -al principio- pero puede que no sea tan agradable si la miramos más de cerca. Un hombre exento de egoísmo, que da todo lo que tiene a los pobres, rápidamente queda pobre él mismo, quedando imposibilitado de seguir ayudando. La solución que plantean los socialistas es organizar la producción de forma racional, de acuerdo a un plan central elaborado por un comité de sabios, que trata a la sociedad como si de una gigantesca fábrica se tratase.
El resultado es que ahora la "solidaridad" consiste en obedecer ciegamente, y de corazón, los dictados del comité de sabios o del dictador socialista de turno. Es decir, que la solidaridad se convierte en esclavitud.[1]
Bueno, no realmente, ya que no puede haber esclavitud donde el socialismo habría creado un hombre nuevo del que se habría eliminado el interés por sí mismo, de manera que el sometimiento se realizaría en forma voluntaria (si es que se puede hablar de voluntad a estas alturas).
El Problema del Cálculo Económico
En un sistema capitalista el afán por obtener mayores beneficios impulsa a los capitalistas hacia una mayor eficiencia. Con el hombre nuevo socialista tendríamos a un individuo socializado, con igual o mayor motivación que la de el capitalista, solo que la motivación de este sería la de servir al gran conglomerado socialista. "Cada uno le pertenece a los demás" sería la consigna de este nuevo orden.[2]
Sin embargo, esta nueva naturaleza del hombre socialista -que nos volvería más parecidos a las hormigas y a las abejas- no es suficiente para garantizar la eficiencia del sistema socialista: también es necesario resolver el problema del cálculo económico.
¿En qué consiste el problema del cálculo económico?
En que como los recursos de una sociedad son escasos, es necesario averiguar a qué ramas de producción los destinamos y de que manera los combinamos para satisfacer las necesidades de la población en forma eficiente.
En el capitalismo resolvemos este problema por medio de un sistema de precios determinado por el mercado. Los precios altos indican una escasez relativa de los productos y recursos, y los precios bajos indican una abundancia relativa. Los precios altos le indican al empresario donde hay una necesidad urgente para la sociedad y le ofrecen el incentivo para cubrirla, así que estructura la producción de manera que maximice su ganancia. Al hacer esto, usa eficientemente los recursos de la sociedad, aunque sin proponérselo.
¿Y cómo resuelve el socialismo el problema del cálculo económico?
En este asunto Marx no dejó nada escrito. Sería Oskar Lange, en su controversia con Mises y Hayek, el que propondría un sistema teórico en el que resolvería el problema del cálculo económico socialista. Al no haber propiedad privada, no existirían los precios de mercado, éstos serían sustituidos por unos precios paramétricos determinados por las autoridades planificadoras; dichos precios se ajustarían al tanteo, verificando los excedentes o déficits de las existencias físicas en los inventarios.
Lo curioso en el sistema de Lange es que trata de imitar o parodiar la eficiencia del sistema capitalista del libre mercado, haciendo uso de la economía neoclásica. De lo que se deduce que en el socialismo, los gerentes socialistas tendrían que actuar como si buscaran maximizar sus ganancias en un sistema de mercado libre.
La solidaridad progre
Mientras el marxismo creía que el sistema económico socialista daría a luz a un hombre nuevo, los progres pretenden crearlo a punta de adoctrinamiento.
Es notable ver a intelectuales a los que no se les cae la palabra solidaridad de la boca, y que tratan de convencernos de lo necesario que es llevar a cabo la justicia social, pero que tienen un nivel de vida superior al promedio de los mortales. Es decir, que el egoísmo que tanto critican en el capitalismo está intacto en ellos. Si esto es así ¿quien podrá salvarnos?
El empresario budista
Ya que el problema del egoísmo humano resulta tan doloroso para la progresía, propongo la figura del empresario budista. El empresario budista actuaría como si buscara maximizar las ganancias, pero en su fuero interno sería indiferente entre perder o ganar. Con una sociedad de empresarios budistas tendríamos la ventaja de tener al mismo tiempo la eficiencia del capitalismo y la falta de egoísmo del paraíso socialista.
Notas
[1] En un socialismo descentralizado, el principio sería el mismo, solo que a menor escala, teniendo la ventaja de una mayor participación del individuo en las decisiones de la comunidad.
[2] Desde este punto de vista, la caridad cristiana sería una forma de egoísmo, ya que no se da completamente al prójimo, sino que da una parte de lo que considera su legítima propiedad, en vez de pensar que nada le pertenece en realidad.
Comentarios