¿Globalizando la Solidaridad?
Ahora está de moda pedir transferencias de los países ricos a los países pobres. Ir a conciertos de música pop donde se pide a los líderes de los países más poderosos del mundo que den millonarias donaciones a países económicamente atrasados se considera un acto de solidaridad. Marchar por las calles, pidiendo que se destine una fracción del producto interno bruto de los países desarrollados a los subdesarrollados se considera una buena acción.
Líderes religiosos nos dicen que así como se ha globalizado la economía hay que globalizar la solidaridad. El problema es que hay burócratas que quedan bien, y aparecen como solidarios regalando el dinero de los contribuyentes. Es lamentable, pero hay indicios de que las donaciones y préstamos que se destinan a combatir la pobreza se la apropian políticos corruptos. Como decía el economista del desarrollo P. T. Bauer, la ayuda externa es "sacarle dinero a los pobres de los países ricos para dárselo a los ricos de los países pobres". ¡El principio de Robin Hood al revés![1]
Solidaridad y Caridad Cristiana
Pero la solidaridad y caridad cristiana no consiste en hacer el bien con los recursos ajenos. Jesús nos enseñó un camino diferente:
Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor.[2]
La crítica de Jesús a los gobiernos de su tiempo es perfectamente aplicable a los estados modernos, por que aunque muchos países presumen de ser democráticos, la verdad es que una vez que llegan al poder, los políticos se las ingenian para servirse a sí mismos más que servir a sus gobernados; aunque prediquen lo contrario y adopten actitudes populistas.
Cuando los gobernantes recaudan impuestos, se están enseñoreando de sus gobernados. El contribuyente no tiene una opción legal a pagar impuestos o a no pagarlos. La solidaridad que Jesús nos enseñó es diferente, por que es voluntaria.
San Pablo nos refuerza la enseñanza de Jesús. (El versículo siguiente lo aprendí en la escuela dominical.)
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.[3]
De modo que la verdadera caridad cristiana nace de un impulso del corazón, no por coacción ni intimidación; y se goza al darse cuenta que ayuda a la persona beneficiada, por que el cristiano ve a Cristo en el prójimo.
En el contexto de este versículo, San Pablo se refiere a una colecta que estaban recaudando los cristianos corintios para ayudar a los hermanos de la iglesia en Palestina, que habían quedado arruinados con el experimento de la "comunidad de bienes" que habían hecho. La sensación de hermandad fue tanta que impulsó a los creyentes a vender sus propiedades para vivir en una comunidad de tipo anarquista.
Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.[4]
Pero el pequeño experimento socialista resultó un fracaso. Lo que nos enseña que no es suficiente tener buenas intenciones para tener éxito en la vida. Pero ante este fracaso viene al rescate la solidaridad cristiana de los corintios. San Pablo nos dice que el privilegio de ayudar a los hermanos en necesidad se manifiesta como "un don inefable". Esta ayuda de una comunidad cristiana a otra de diferente cultura nos muestra un verdadero modelo de solidaridad cristiana globalizada.
La Falsa Solidaridad Estatal
La solidaridad que nos enseña el mundo no se parece a la cristiana, es más bien una forma de idolatría al Estado, al que se considera como el ente que puede suplir nuestras necesidades, en todas la áreas.
El libro de Apocalipsis denuncia el culto al Estado-ídolo, comparando con una bestia.
Los adoradores de la bestia dicen:
¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? [5]
Pero en realidad, el Estado es un ídolo de cartón. Como decía Frédéric Bastiat: "El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza en vivir a expensas de todo el mundo". El verdadero cristiano no espera su salvación del Estado, sino de Dios, que con su Espíritu nos impulsa a ayudar voluntariamente al prójimo.
Resistiendo los impuestos
Contrario a lo que ahora se piensa, que las leyes dictadas por un Estado son automáticamente buenas, y que por lo tanto tiene la autoridad para subir los impuestos cuanto estime necesario, los creyentes en tiempos de Jesús sabían reconocer el abuso estatal cuando lo miraban. Los publicanos, funcionarios recaudadores de impuestos, eran reputados al nivel de delincuentes, aunque ejercieran su oficio en forma legal.
De lo que se deduce que los creyentes percibían que tenían derecho a defenderse del abuso estatal, aun con medios ilegales. Y efectivamente, así sucedía: los campesinos judíos tenían métodos ingeniosos para evadir impuestos.
Sin embargo, hay pasajes bíblicos que indican que un cristiano debe ser obediente a las autoridades civiles, a las que se considera como "servidoras de Dios". Tal es el caso del infame capítulo 13 de la carta a los Romanos. Este capítulo, de dudosa autoría paulina[6], está en abierta contradicción con la enseñanza de Jesús, que dice que los gobernantes se enseñorean de las naciones. Es posible que estos pasajes fueran agregados cuando se recrudecía la persecución contra los cristianos, con ellos se buscaba encubrir el carácter subversivo del cristianismo. Pero la historia nos muestra que la fe llevaba a los creyentes cristianos a oponerse al statu quo.
Necesitamos recuperar ese sentido subversivo de la fe.
Notas
[1] A menudo se menciona a Robin Hood para justificar los impuestos. ¿Acaso él no robaba a los ricos para dárselo a los pobres? En realidad Robin Hood hacía todo lo contrario: le robaba a quienes le habían robado a los pobres y le devolvía el dinero a sus verdaderos dueños. En aquellos tiempos, los reyes y sus compinches de la nobleza extorsionaban al pueblo y lo disfrazaban alegando falsamente que todo le pertenece al rey y a sus compinches.
[2] Mateo 20:25-26
[3] 2 Corintios 9:7
[4] Hechos 4:32
[5] Apocalipsis 13:4
[6] En Romanos 1:18 San Pablo enseña que "la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad". La descripción de "impiedad e injusticia" que hace a continuación encaja muy bien con el perfil típico de un funcionario romano.
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