Se ha vuelto un lugar común decir que la frase bíblica "a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César" apoya la concepción moderna de separación entre Iglesia y Estado.
Pero es falso.
Es sabido que los creyentes judíos veían al poder romano como una fuerza invasora. El cobro de impuestos por parte del Estado romano era visto como un robo al que era legítimo resistir. Muchos iban más allá y sostenían que era un deber moral no pagar impuestos.
Aprovechando esa coyuntura, un grupo de enemigos de Jesús de diversa calaña pretendieron ponerlo en desgracia, ya sea con los judíos o con los romanos. Por eso le preguntaron si era lícito pagar impuestos, de manera que tanto si daba una respuesta positiva o negativa, siempre saldría perdiendo.
Jesús no es ningún tonto. Salió con la respuesta evasiva de que hay que dar a Dios lo que es de Dios y a César lo que es del César.
Sin embargo, esto puede interpretarse en varias formas, y en la ambigüedad de la interpretación está el truco.
En este punto es oportuno recordar un par de dichos populares: "El vivo a señas y el tonto a palos" y "Al amigo, zanahorias; al enemigo, palos".
Lo que hay que darle al César no son impuestos, sino palos. Debe resistirse la coerción estatal como quien se resiste al ataque de un asaltante callejero; pero debido a la superioridad física del agresor, o de que este esté armado, puede que resulte más conveniente darle lo que pide, pero ello no vuelve más legítima la agresión.
Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble. (Apocalipsis 18:6)
Comentarios