Últimamente me he encontrado con personas que defienden en forma muy emocional la pena de muerte, esto como resultado de una campaña del político Pepe Lobo.
A muchos nos parece claro que don Pepe Lobo ha utilizado el tema de la pena de muerte en forma demagógica, sacando provecho de su posición como presidente del Congreso para hacer proselitismo político en forma descarada.
Sin embargo, no falta quien apoya con entusiasmo las medidas de aplicar "mano superdura"[1] a los delincuentes, y sobre todo, a los mareros; aunque ello implique pasar por alto los principios de los derechos humanos.
Los que apoyan la pena de muerte suelen ser individuos de ideas conservadoras, muchos de ellos simpatizan con sectas evangélicas, y se caracterizan por rechazar el análisis científico de la realidad social, optando por una visión idealizada de la libertad humana, en el que cada persona es responsable de sus acciones, sin considerar las circunstancias atenuantes provenientes del entorno social.
No es difícil darse cuenta de que el fenómeno de las maras se ubica dentro de un contexto de pobreza y falta de oportunidades que sufren los jóvenes, hecho que se pretende soslayar señalando que "hay jóvenes que sufren de falta de oportunidades y de pobreza, pero no son delincuentes". Lo que estas personas no entienden, o no quieren entender, es que esas excepciones no son suficientes para descartar un nexo causal entre la falta de oportunidades y la delincuencia; surgiendo de esta manera un atenuante. El conocimiento de este nexo causal sugiere diseñar políticas que atiendan las causas y no solamente los efectos. Pero tratar de solucionar las cosas olvidándose de las causas y prometer una "mano superdura" resulta políticamente más rentable, ya que es una manera fácil de captar votos sin necesidad de comprometerse a buscar soluciones más profundas.
Lo que me preocupa de esta propaganda a favor de la pena de muerte y de la "mano superdura" a los mareros es la promoción de la irracionalidad que lleva consigo.
No veo que los simpatizantes de la muerte como solución final tengan mucha tendencia al diálogo. Y esta propaganda que se vale del miedo de los ciudadanos para impulsarlos a apoyar "medidas de seguridad" que pasen por alto los derechos humanos es común a sectores de extrema derecha. Es así como Hitler logró impulsar su "solución final" al "problema judío" y como el señor George W. Bush invadió Irak y logró que se aprobaran leyes que restringieran las libertades civiles en Estados Unidos.
Justicia Retributiva
Los promotores conservadores de la "seguridad ciudadana" gustan de invocar un concepto extremo de justicia en el que el infractor "purga" sus delitos. Se busca infligir sufrimiento al delincuente para que este "pague su deuda con la sociedad". Esta manera arcaica de concebir la justicia cae por su peso ante un análisis científico y racional de la realidad. La función del Estado no es la de ser un cancerbero moral, sino de velar por el bienestar de los ciudadanos; para lo cual, una justicia con un enfoque preventivo resulta más adecuada. La legislación penal debe enfocarse en prevenir delitos, en vez de servir de conducto a la ira irracional de los agraviados, teniendo siempre en cuenta los derechos humanos.
Justificación Religiosa
Los defensores religiosos de la pena de muerte y de la interpretación literal de las Escrituras echan por la borda el evangelio que predicó Jesús al aferrarse a las partes más reaccionarias de la Biblia. Y su ideología conservadora, que exige una fuerte retribución a los delincuentes, resulta contradictoria con la doctrina que predican, en la que basta con "aceptar a Jesús" para ser automáticamente perdonado de todos sus pecados, aunque el individuo haya cometido los crímenes más repudiables.
El evangelio que Jesús predicó no consistía en que "lo aceptaran" y que el creyente en él fuera liberado instantáneamente de toda culpa. El evangelio de Jesús exige que "perdonemos a nuestros deudores para que Dios perdone nuestras deudas"; y afirma explícitamente que "si no perdonamos a nuestros deudores, tampoco Dios perdonará nuestras deudas". Este mandato de Jesús debería de caerles como un balde de agua fría a los religiosos que predican la venganza como la forma perfecta de justicia. Según el evangelio de Jesús, no hay perdón para el que no perdona.
Aberración Jurídica
En Honduras se aprobó la inconstitucional ley anti-maras en la que se penaliza la "asociación ilícita", lo que significa que el solo hecho de pertenecer a una mara se castiga con la cárcel. El problema con esta ley es que no da una definición operativa de lo que se entiende por "mara", dejando la puerta abierta a los abusos de las fuerzas policiales, que aplican criterios dudosos, como considerar como marero a un joven solo por que lleve tatuajes en su piel. Además de que viola la premisa fundamental del Estado de Derecho: la presunción de inocencia.
Prejuicios en contra de los Derechos Humanos
A continuación respondo a algunos prejuicios que las personas tienen en contra de los derechos humanos:
"Los defensores de los derechos humanos están a favor de los delincuentes".
Proteger los derechos humanos de los mareros es al mismo tiempo proteger los derechos de todos. Cuando empiezan a vulnerarse los derechos de ciertos grupos con la justificación de la "seguridad nacional", empieza también a abrirse la puerta a los abusos en contra de muchas personas inocentes. En Honduras tenemos la amarga experiencia de los desaparecidos en la década de los ochenta.
"Los defensores de los derechos humanos alzan el grito al cielo cuando matan a un delincuente, pero no dicen nada cuando un criminal siega la vida de personas honradas".
El Estado es el encargado de aplicar justicia en los casos de crímenes comunes. La función de los defensores de los derechos humanos es hacer pronunciamientos cuando el Estado mismo es el que vulnera los derechos humanos, ya sea por acción u omisión. El que no se pronuncien cada vez que se cometan homicidios por parte de delincuentes no significa que los apoyen. El rechazo a estas acciones se da por sentado desde el momento en que se constituyen como defensores de la vida humana.
"No hay que tener compasión con los mareros y delincuentes".
No se trata de tener compasión, sino de hacer un análisis racional de las causas de la delincuencia y actuar en consecuencia; así como de respetar principios consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la cual el Estado de Honduras es signatario, así como de otros Tratados Internacionales.
Notas
[1] Esta expresión de "mano superdura a los delincuentes" también fue utilizada en la campaña electoral del ahora presidente de El Salvador: Tony Saca.
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