Odio las telenovelas.
Y sin embargo, muchas veces me toca soportarlas, ya que me las ponen a la hora de la comida. En la hora en la que necesito estar tranquilo, para no adquirir una indigestión, me vienen a importunar.
Últimamente he notada que hay un nuevo tipo de telenovela, a la que llamo "telenovela tonta", en la que se hace a un lado el estilo melodramático y de lágrima fácil clásico de la telenovela por el de la risa estúpida.
Desplazado ha quedado el galán de telenovela: un tipo apuesto y con aplomo. La fealdad y la ridiculez ya no son obstáculo para desempeñar el papel protagónico masculino. Vamos de mal en peor.
Los roles de los sexos se han tergiversado. Ahora se mira como un ideal que la mujer trabaje. Se exalta la humillación que hacen las mujeres de los hombres.
Cada vez más vemos más escenas subidas de tono en las telenovelas, aun cuando hay niños despiertos a esa hora. Se exalta la promiscuidad.
Se promueve la estupidez como algo divertido.
La mariconada está de moda.
Y no hay quien denuncie, ni siquiera las iglesias cristianas (católicas y protestantes), ya que estas se llenan de mujeres aficionadas a las telenovelas.
Se exalta la cultura burguesa del trabajo de oficina, la figura del ejecutivo o ejecutiva. Pero está desconectada de la verdadera situación de la lucha de clases en los puestos de trabajo.
La telenovela ofrece un entretenimiento vacío que enajena.
Y lo más grave es que sirve de fuente de valores corrompidos, y de modelos de conducta negativos, por lo que no puede pensarse que ser aficionada a las telenovelas sea algo inofensivo.
Ver también: Lo Verdaderamente Feo de Betty la Fea.
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